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Channel: Extremadura SecretaIsrael J. Espino – Extremadura Secreta
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Cómo reconocer a un ánima

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Ilustración: Borja González Hoyos

 

Durante estos días, en algunos pueblos extremeños, al anochecer, pueden verse  a grupos de hombres envueltos en capas que a la luz de faroles y al sonido de campanas, recorren las puertas pidiendo limosna para los muertos. Son las cofradías de ánimas.

Y existen porque en esta tierra siempre se ha creído mucho en los difuntos, sobre todo en las ánimas del purgatorio, en aquellos que esperan en ese nimbo perdido entre el cielo y el infierno (que se han cargado ahora de un plumazo) a que una buena persona termine de pagar sus cuentas (metafóricas y materiales) para poder salir de allí y poder “pisar la gloria”.

En estas situaciones, aquellos a los que se les aparece el muerto (el familiar, el amigo, la novia o el vecino), acompañados del alma del difunto, deben ir a cumplir lo que esa alma solicita, que normalmente es realizar los funerales pendientes, rezar unas misas o dar unas limosnas a tal o cual santo.

Pero la forma en la que se aparecen es variada. Aunque es cierto que en muchos casos se aparecen como las personas que fueron, otras muchas adquieren los más curiosos aspectos.

El arqueólogo Noé Conejo me contaba cómo su abuela de Almendral le narraba cómo las personas que hacían promesas a Santos, Vírgenes, o al propio Cristo, muriendo sin cumplirla, se aparecían a familiares con tal de que ellos cumplieran dicha promesa, evitando así las penas del purgatorio.

La forma  en que se aparecían era variada,  desde su forma real hasta ser una columna de luz que iluminaba toda la habitación. Le comentó su abuela que una vez a alguien del pueblo se le había aparecido  dicha luz y que acudiendo rápidamente al sacerdote, éste le comentó que lo más seguro es que se tratara de un Alma del Purgatorio. Y efectivamente, un novenario de Ánimas benditas y la columna de luz no volvió a aparecerse. Mano de santo, y nunca mejor dicho.

Algunas ánimas se aparecen como mariposas blancas (Jimber)

 Pero otras veces a forma de aparecerse era menos icónica y gloriosa. Por El Cerezal y Asegur, las ánimas tienen sus propios horarios y lugares preferidos. Suelen aparecer durante las horas nonas, y tan sólo se aparecen aquéllas que aún no han purgado sus pecados, preferentemente en los huertos, en la cocina y en la calle.

Cuenta el investigador hurdano Félix Barroso que si una persona desea que se le aparezcan las ánimas, debe buscar a una mujer llamada María para que rece nueve avemarías y unos cuantos padrenuestros.

En Las Hurdes, cuando las ánimas no tienen miedo a decir las cosas a la cara, se aparecen en forma de sábana hueca. Hay que fijarse bien en la limpieza de la sábana, porque tienen tantas manchas negras como pecados ha cometido en su vida.

...una paloma blanca puede ser un ánima del purgatorio (Jimber)

Y aunque es cierto que a estas alturas de la película poco miedo nos va a dar un fantasma sabanero, hay que recordar que existen apariciones aún más rocambolescas y tragicómicas.

Porque cuando las ánimas tienen miedo a transmitir alguna cosa, se aparecen en forma de objetos blancos: una mariposa blanca, un gato blanco, una paloma… o hasta una gallina.

Y hasta un gato blanco puede ser un familiar difunto... (Jimber)

Una de las últimas apariciones fantasmales tuvo lugar en Las Hurdes, en 1965, cuando un matrimonio  vieron asombrados como su humilde casa se iluminaba repentinamente con una extraña y sobrenatural claridad, como si hubiese amanecido en plena noche.

Cuenta el periodista Iker Jimenez que el resplandor fue mitigándose hasta quedar concentrado en el piso bajo, en un viejo corral que hacía varios años que estaba abandonado. Al entrar observaron una rolliza gallina blanca que corría de un lado a otro de la pared, hasta que, al verlos, se quedó parada en medio de la estancia mirándolos muy fijamente. De la gallina surgió una voz ronca y desagradable que se identificó lastimeramente como la Tía Cristina, una mujer ya fallecida y a la que se tenía por bruja en la zona. Mientras la voz se iba tornando en llanto, la gallina proseguía:

 

-      “Debo tres perras a San Antonio, protector contra los espantos, y no puedo entrar en la buena ventura”.

Dichas estas palabras, un fogonazo impresionante envolvió al ave y esta “salió disparada hacia arriba”, desapareciendo al instante y quedando un halo luminoso en el corral. Sobra decir que, una vez que se entregaron las perras a San Antonio, la misteriosa gallina no volvió a aparecerse jamás.

Y es que al parecer hasta para entrar en el cielo, a veces, hay que comprar la entrada.

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La extraña muerte de Fernando el Católico: Entre caníbales, adivinos, y afrodisiacos mortales.

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Ahora que se cumplen los 500 años del fallecimiento de Fernando el Católico es buen momento para recordar cómo y dónde murió el rey más famoso de España. Sus circunstancias bien valen un escrito.

El viajecito por Extremadura comenzaba entretenido para su majestad, porque fue en Plasencia donde el rey Fernando el Católico vio por primera vez en su vida a unos caníbales. El militar y escritor Gonzalo Fernandez de Oviedo lo cuenta así:

“… pocos días antes de que el católico rey Fernando pasase de esta vida, le traje yo a Plasencia seis indios de los que comen carne humana”…

Poco imaginaba Fernando que unos días después de este singular encuentro moriría, sin salir ya de Extremadura, en un pequeño pueblecito cacereño. Y es que en aquellos días de 1516, de camino a Guadalupe y procedente de Plasencia, se agravó una extraña enfermedad que padecía el monarca en las cercanías de una pequeña localidad, por lo que tuvo que ser llevado a la Casa de Santa María, una propiedad que el convento de Guadalupe tenía por esos lares.

Si hacemos caso a la leyenda se trató de un caso de profecía cumplida, porque un adivino había anunciado muchos años antes que don Fernando moriría en Madrigal. El rey, por si caso, se cuidó mucho de poner nunca los pies en Madrigal de las Altas Torres, localidad abulense donde había nacido su primera y regia esposa Isabel de Castilla. Imagínense la cara de pánico que se le debió quedar cuando comienza a ponerse enfermo y lo llevan a pueblecito llamado… Madrigalejo.

Aquí pasó los últimos días de su vida, acompañado de una parte de su séquito, y de su segunda esposa, la reina Germana de Foix, que tras un largo viaje desde tierras aragonesas, acudió con tiempo de ver al rey aún con vida.

El rey Fernando murió en la madrugada de 23 de enero de 1516 en la Casa de Santa María, un enorme complejo que ocupaba toda una manzana a la salida del pueblo y que fue abandonada y desmantelada por la desamortización en el siglo XIX. Sólo una estancia se salvó del derribo, la que ocupó el rey en el momento de su muerte, convertida con el paso del tiempo en pajar y almacén hasta que en 1980, fue  declarada Monumento Nacional.

 

Muerte por sobredosis… de Viagra medieval

 

Lo cierto es que Fernando el católico ya había estado antes por estos lares, pero acompañado de su inseparable esposa, la reina Isabel la Católica. Pero Isabel muere en 1504, y Fernando es consciente de que necesita tener un descendiente para que pueda ocupar los tronos de Castilla y Aragón, ya que su hija Juana estaba un poquito loca y su heredero, el príncipe Juan, un poquito muerto. Así que, sacrificándose y teniendo en su cabeza el lema de “todo por la patria”, decide casarse con la pizpireta Germana de Foix, de tan solo 18 añitos.

La diferencia de edad era nada menos que de 36 años, por lo que pronto el pobre Fernando descubre que necesita algo de ayuda no ya para engendrar varón, sino al menos para intentarlo. Y como en este mundo nada es nuevo (y menos si hablamos de sexo), el rey, su esposa y sus adláteres recurrieron a los antepasados medievales de la Viagra. 

El principal afrodisiaco de la época  consistía en las criadillas o  testículos de toro, un remedio muy conocido en nuestra tierra desde la antigüedad, y que aún se consume en algunos lugares, pues se creía que la fuerza y la virilidad de ese animal se transmitía a quien los comía (“de lo que se come se cría”, se afirma en estos lares, y nunca mejor dicho).  De hecho, la “publicidad” de la época afirmaba que una buena turma  face desfallecerse una muxer debajo del varón“. Ahí es nada.

Pero no fue por nuestra gastronomía testicular por lo que murió el rey, sino por otro afrodisiaco que aún se vende en las herboristerías de algunos países africanos (doy fe de ello) y que se ha utilizado durante siglos para potenciar lo impotente: La cantárida. De hecho, le hemos puesto el apellido, y en el mundo se la conoce como “mosca española”.

La cantárida o mosca española, el Viagra de la época (Jimber)

Sin embargo, la cantárida no es una mosca, sino un pequeño escarabajo de color verde esmeralda metalizado del que se obtiene un alcaloide denominado cantaridina,  que aplicado en dosis controladas dilata los vasos sanguíneos, produciendo en el hombre una erección prolongada.

En Extremadura la hemos utilizado con alegría desde hace siglos, y las brujas y hechiceras hacían de ella una compañera inseparable para sus polvos del querery otros polvos igual de sospechosos.

Según  afirma el periodista César Cervera, Jerónimo Zurita, cronista del Reino de Aragón, estaba convencido de que el Rey sufrió una grave enfermedad ocasionada por un

«feo potaje que la Reina le hizo dar para más habilitarle, que pudiese tener hijos. Esta enfermedad se fue agravando cada día, confirmándose en hidropesía con muchos desmayos, y mal de corazón: de donde creyeron algunos que le fueron dadas yerbas».

Nadie dudaba de que el cóctel de afrodisíacos, en especial por la cantárida, era el culpable de la mala salud de Fernando, y que su abuso le provocó graves congestiones que derivaron en la hemorragia cerebral que le llevó a la tumba. De hecho, algunos cronistas han apuntado que la noche anterior a su muerte había ingerido una dosis muy elevada del «feo potaje»…

Por muy feo que fuera el potaje, lo cierto es que la erección espontánea que produce la cantárida la convirtió en el afrodisíaco de referencia hasta el siglo XVII,  cuando cayó en desuso dado el número de envenenamientos mortales que se produjeron. Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma Viagra, volvió a ponerse de moda a mediados del siglo XVIII, cuando entró a formar parte de los ingredientes de unos bombones afrodisiacos conocidos en Francia como “caramelos Richelieu”. Estos cardenales…

 

 

 

 

Del Imbolc celta a los trisantos de febrero: Cuando la diosa Brigantia se convirtió en Santa Brígida

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Brigantia, en el Museo Nacional de Escocia

Paseando la semana pasada por las salas del Museo Nacional de Escocia me topé con un ara de apariencia romana con un nombre que me llamó la atención; Brigantia. Y recordé que ya mismo, en algunos pueblos extremeños, celebraríamos nuestra fiesta celta vestida de ropajes cristianos: Santa Brígida.

Y es que Santa Brígida es, como bien recoge el historiador  Jose María Dominguez Moreno, uno de “los trisantos de febrero”

Los trisantos de febrero:

Santa Brígida el primero,

el segundo Candelero

y el tercero gargantero.

Estos “trisantos” engloban en nuestras tierras la festividad celta de Imbolc, que marcaba el inicio del resurgir de la vida  Se celebraba en torno al 1 de Febrero, durante la luna llena que tiene lugar entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera.

Imbolc era la fiesta de la luz que reflejaba la esperanza de la primavera y cómo los días eran cada vez más largos. El fuego y la purificación son un aspecto muy importante de esta festividad puesto que Brighid es la diosa de la salud y está asociada a la curación, a los manantiales y al fuego sagrado. Por eso, el encendido de velas y fuegos representa la vuelta del calor y del creciente poder del Sol en los meses venideros. De hecho, La diosa Brigit (o Brighid) y su trasunto Santa Brígida se representan con un fuego en las manos. Y por si fuera poco, en estos días se encienden en los pueblos las fiestas rituales de las Candelas.

 

Imbolc era el día en que Brighid recorría la tierra y recogía la leña que necesita para el resto del invierno. Como afirman los compañeros de Oscec si el invierno aún había de durar, sería un día soleado, para que Brighid pudiera salir a por la leña que necesite para el resto del invierno. Si hacía un día malo es porque Brighid no necesitaba más leña y porque el invierno ya no duraría mucho.

La Iglesia Católica no tardó en sustituir a la diosa Brigit por la abadesa santa Brígida de Kildare, cuya fiesta (al parecer, su muerte) también se celebra el 1 de febrero, una noche es en la que Santa Brígida recorre la tierra.

Antes de acostarse, todos dejan una cinta o pañuelo en la ventana para que, al pasar, las bendiga. El padre de familia apaga entonces el fuego y rastrilla las cenizas. Por la mañana los surcos en las cenizas son las huellas del paso de Santa Brígida y entonces se recogen los pañuelos que ahora tienen poder de curación y protección (¿No nos recuerda eso a San Blas y a sus cordones protectores de gargantas, otros de los trisantos de febrero?)

Santa Brígida, con báculo y fuego

De hecho, la vida de la Santa  no tiene desperdicio para quien sepa leer entre líneas, pues cuenta el maestro e investigador Jose Luis Rodriguez Plasencia que algunas tradiciones presentan a Brígida bastarda de un druida, que tuvo una visión según la cual estaría llamada a ser una gran diosa; o incluso como alumna aventajada de los druidas.

Brígida nació al amanecer, mientras que su madre caminaba sobre un umbral, es decir, estando entre lugares y tiempos. En la tradición celta este es un periodo de espacio sagrado cuando las puertas entre los mundos se abren y pueden ocurrir eventos mágicos.

Otra leyenda cuenta que de niña no podía ingerir alimentos ordinarios, y era alimentada con la leche de una vaca blanca con las orejas rojas. Los animales blancos con orejas rojas se encuentran frecuentemente en la mitología celta como bestias del otro mundo.

En Irlanda, esta festividad está ahora consagrada a Santa Brígida, el día 2 de Febrero,

En el oeste de la península ibérica, todos los pueblos de origen céltico también compartían este culto y las festividades del calendario celta, siendo conocida con el nombre de Brigantia

El culto a Brigantia no ha desaparecido de nuestras tierras. O al menos, no del todo., Sabemos por Rodriguez Plasencia que tuvo ermita en Calzadilla de los Barros,  en Talarrubias, en Villarta de los Montes, en Usagre y en Fregenal de la Sierra. En  Monesterio también hubo una ermita de Santa Brígida, (también llamada, mire que curioso, de la Candelaria, otra trisanta), y en Lobón hubo una capilla dedicada la santa irlandesa (de la que ya no quedan ni los restos) pero de la que partían las cacerías de lobos que se organizaban en la localidad.

En la iglesia de Cambroncino Santa Brigida propiciaba buenos temporales (A. Briz)

La diosa cristianizada todavía recibe culto en Peñalsordo, (en la zona más elevada del pueblo) en Montemolín (cuya ermita ahora es llamada de San Blas, otro trisanto). Santa Brígida es además patrona de Zafra, y según afirma el antropólogo Javier Marcos Arévalo, sus fiestas (tanto la de Santa Brígida como la de la Candelaria) dan una especial relevancia social a las mujeres.

En algunos pueblos de la provincia de Cáceres, como Cambroncino o Aldeanueva del Camino, aunque no hay ermitas dedicadas a la santa se conservaba hasta hace poco la costumbre de tocar las campanas de la iglesia el día de Santa Brígida, con el objeto de propiciar los buenos temporales.

Quizás a partir de ahora, cuando suenen las campanas o subamos a una ermita perdida encomendada a Santa Brígida, podamos ver, mirándola a los ojos, a la diosa que se oculta tras la santa, y descubrir, bajo nuestros hábitos cristianos, nuestra piel celtíbera y pagana.

 

 

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El fantasma de la Vieja Cuaresma

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 Andaba por estos días La Patarrona recorriendo pueblos extremeños. La Patarrona  es una vieja  con muchas muchas piernas  que amenaza a los niños con ponerles un grano en la cara si no cumplen sus exigencias. La Patarrona comenzó a caminar en Italia y Cataluña con siete patas y terminó en Extremadura con solo cinco. Empezó siendo una vieja desagradable y  terminó convertida en una simpática bruja. Nació cuaresmera y la hicimos carnavalera.

A nuestra Patarrona se la llama en otros lugares La Vieja Cuaresma, y cada pierna de la anciana es una semana que queda para la Pascua. Pero, en algunos lugares de Extremadura, como en Fuente del Arco, La Vieja Cuaresma tiene una leyenda más triste, aunque vestida con los mismos ropajes de bruja anciana.

 Acudimos a Fuente del Arco siguiendo el rastro de las leyendas que el filólogo y escritor Manuel Vilches nos relata en su libro La Tierra de Jayón, y concretamente  una de ellas: La cueva Cuaresma.

 Nada más salir del pueblo, camino de esa joya que es  la ermita del Ara, nos encontramos a la derecha una elevación conocida como El Cerrajón, en la que aún se dibuja lo que queda de la misteriosa “la Cueva Cuaresma”,  con aires brujeriles y reducida  a barrenazos  desde los años veinte, pero aún visible en la cresta.

Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, (tanto que ni los más ancianos del lugar recordaban haberla conocido), una anciana tenía por  costumbre recluirse en aquella covacha durante el período de Cuaresma, los 40 días de ayuno y abstinencia previos al domingo de Pascua.

Cuentan que esta vieja en otro tiempo fue joven, y tan devota y mística que  decidió encerrarse las cuaresmas en la cueva  para estar más cerca de Dios y más lejos de los hombres. Pero el pueblo, que no perdona al que va por libre, comenzó a murmurar de la muchacha, llegando primero a decir que andaba amancebada en la cueva con un bandolero, y más tarde a afirmar que el bandolero no era tal, sino el mismo demonio al que había entregado su alma y su cuerpo a cambio de conocimientos brujeriles.

Tal era el rechazo que le demostraban sus vecinos cuando decidía bajar el pueblo, que un año, al llegar la Pascua,  decidió no volver a bajar, y habitar por siempre en la cueva.

En esta cresta de Fuente del Arco se encuentra la cueva Cuaresma (Ángel Briz)

El tiempo pasó, los años pasaron lentos e inexorables, la juventud dio paso a la vejez. Y un día, en el pueblo, alguien comentó que la Vieja Cuaresma había muerto. Y cuenta Vilches, con muy buena pluma, que en se afirmaban en las calles

“que al filo silencioso de la medianoche podía verse su espectro enlutado vagar sin rumbo fijo por los peñascos escarpados del Cerrajón, envuelto en un pálido resplandor de luna, que por los alrededores del cerro a esa hora podía oírse, con espantosa claridad, un monótono llanto procedente del interior de la cueva, un llanto extraño y prolongado, una especie de aullido agudo y sin final, infinitamente triste, como el lento delirio de una alimaña agonizante”.

Desde entonces, y aunque nadie la ha visto, los mayores atemorizan a los niños cuando andan por la zona.

 “¡Por allí viene la Vieja Cuaresma, ¿No la veis?!”— gritaba siempre alguien.

Y los niños huían cerro abajo, en desbandada, sin atreverse a mirar si era cierto o no.

Y cuentan los campesinos que cuando volvían al pueblo al atardecer, llegando al cruce de senderos de la Cruz de Guardao, y al pasar  frente a la boca de la cueva, las cargas de leña, como por arte de magia, se deshacían sobre el lomo cansino de las bestias, desmoronándose y cayendo al suelo.

La Cruz de Guardado, el lugar del crimen (Ángel Briz)

Aunque hay quien afirma que el fantasma de la Vieja Cuaresma no baja de la cueva, y que quien deshace las cargas de los burros es el espíritu del Guardado, un borrachín bocazas al que una vecina asesinó en ese mismo lugar mientras dormía, atravesándolo con una aguja de coser serones por poner su nombre y su honra en boca de todo el pueblo.

Sea  como sea, y aunque el paisaje es precioso, y la cueva ya no es tanta cueva y la Cruz del pobre Guardado acaban de encalarla, no andaba yo sola por la zona una vez anochecido. Y menos en Cuaresma. Por si acaso.

La torre de Floripes y el puente de Mantible, una historia de amor incestuoso

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Ilustración: Borja González Hoyos

La torre de Floripes es lo único que queda visible del castillo de Rocafrida, sumergido en el pantano de Alcántara. Una isla de piedra y leyenda que desafía a las aguas azules y en cuyo suelo,  cuando el verano agosta el agua y el nivel del rio baja, pueden verse los profundos agujeros realizados por los buscadores de tesoros.

La fortaleza de Rochafrida, de la que ya nadie se acuerdan se encontraba en otro tiempo unida al puente romano de Alconétar, aunque el tiempo los alejó como a amantes despechados, ya que el puente fue trasladado para protegerlo del pantano, y ya solo conserva algunos arcos. Sus restos se encuentran cerca de la mágica villa de  Garrovillas de Alconétar, y su construcción se atribuye por algunos al arquitecto del emperador Trajano, Apolodoro de Damasco.

Al puente de Alconétar se le conoce como el puente de Mantible, gracias a la leyenda que narra cómo los famosos Pares de Francia anduvieron por Extremadura, concretamente en Alconétar, donde  se toparon de bruces con el gran Fierabrás (el de feroces brazos) Rey de Alejandría, quien se disputaba con Carlomagno el imperio del mundo. Cuentan que había conquistado la fortaleza de Rochafrida el capitán Mantible y, en su honor y desde entonces, el puente romano cambió de nombre.

El rey Fierabrás, famoso por su bálsamo (que también dejó en la zona) y al que algunas leyendas ascendieron al rango de gigante,  llevaba siempre a su lado a su hermana Floripes, bellísima princesa de la que incestuosamente estaba enamorado. Sin embargo, la hermosa agarena despreciaba las insinuaciones amorosas de su hermano, ya que estaba coladita por uno de sus más feroces enemigos: Guido de Borgoña, paladín de Carlomagno.

Fierabrás ignoraba la pasión que devoraba a su hermana, pero quiso la mala suerte que Guido fuera herido y cayera prisionero junto con otros caballeros franceses. Fierabrás ordena que sean encerrados en los más oscuros calabozos del castillo, y encomienda la custodia de la torre y de su calabozo al fiero Alcaide de la fortaleza, el hercúleo Brutamonte, que ya con el nombre asustaba un poco.

 

El puente de Alconétar o puente de Mantible (Ángel Briz)

Enterada la bella Floripes del paradero de su amado, no se corta y va en su busca. El alcaide, al reconocer entre las sombras a la hermana de su señor, no desconfía  y abre las puertas. La princesa, en ese  momento, salta sobre Brutamonte y le hunde su daga en lo más profundo del corazón, quitándole las llaves de las mazmorras y rescatando a su amado Guido y  a sus compañeros. 

Pero Fierabrás ha notado la ausencia de su hermana, y oliéndose (ahora sí) la tostada, decide acercarse con sus  mejores caballeros al castillo, sospechándolo que algo raro estaba pasando. Al encontrarse en la puerta de la fortaleza el cadáver de Brutamonte y comprobar que no puede entrar en su propio castillo, ordena  a su ejército rodear la fortaleza para rendirlos por hambre.

La Torre de Floripes (Ángel Briz)

A Guido le toca, por sorteo, intentar escapar del castillo para pedir auxilio al Carlomagno. Guido lo consigue y el emperador manda sus soldados, vence a Fierabrás y libera a los prisioneros, entregando de paso la mano de Guido de Borgoña a su amada Floripes.

Pero dicen que al retirarse quiso dejar un cruel recuerdo de su presencia en aquellas tierras y destruyó el puente para estorbar la vuelta de los musulmanes.

Curiosamente, la leyenda casi encuentra visos de realidad cuando, según cuentan en Alkonetara, durante las excavaciones de Caballero Zoredaen 1969 se encontró, casi a los pies de la torre de Floripes, un esqueleto de grandes proporciones. Se pensó por un momento que la leyenda podía ser cierta y que el esqueleto podía ser nada más y nada menos que el del Brutamonte, aunque finalmente los estudios demostraron que era un esqueleto de  mujer, lo que no quita ni un ápice al misterio.

Y cuentan que Fierabrás murió desesperado, llorando la pérdida de su gran señorío y de su bella hermana, y que Alá lo condenó a vagar eternamente errante por las inmediaciones de la Torre de Floripes. Y dicen algunos, como el sacerdote José Sendín Blázquez,   que aún hoy sus gritos y lamentos se oyen en las cercanías. Y cuando el agua del pantano se atreve a anegar la torre, a su alrededor se forma un halo misterioso, una especie de remolino, por donde respiran los espíritus condenados de Fierabrás y Brutamonte.

 

 

 

 

 

 

El cementerio de Talaván: Los Ángeles Malos, la Dama Momia y el Hombre Gato

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Los ángeles malos de Talaván (Altea Wiegand)

 

 

La niebla amenaza con no irse nunca y borrarlo todo. El cielo, encapotado, descarga incesante una fina lluvia que empapa sin ruido los campos verdes, las ovejas mansas, los caminos de tierra. El viejo cementerio del pueblo cacereño de Talaván da miedo. O al menos, respeto. Allí nos dirigimos, siguiendo los pasos que nuestros intrépidos compañeros Lorenzos  (Sergio Lorenzo y Lorenzo Cordero), andaros hace ya años.

 

Nosotros ya no tuvimos que escalar el muro, porque está caído en una parte, aunque sí nos adentrarnos en una pequeña selva hasta llegar a las ruinas de la ermita de este singular cementerio que lleva abandonado casi un siglo. La Ermita del Santo Cristo fue utilizada como camposanto hasta 1928, quedando abandonada y en proceso de ruina desde entonces.

 

Primero, un pasillo de nichos desdentados y abiertos, donde reposaron momias milagrosas. Según me cuenta Epifanio,  un vecino de Talaván, un mal día  una tumba del cementerio apareció abierta, y en el interior, una dama incorrupta que pronto adquirió fama de santa. La Santa del Cementerio recibía  a diario peticiones, rezos y encomiendas, hasta que algún alma caritativa, la familia o la iglesia, decidieron sacar de allí a la cadavérica señora  y enterrarla decentemente en otro lugar.

 

El cementerio viejo de Talaván está a punto de fallecer (Angel Briz)

Enfrente, la pared agujereada en la que aun se observa el estarcido de mitológicos seres con cabellos de querubín y alas, pero provistos de enormes colas enroscadas… Y en un medallón, como vigilando quien se adentra en sus dominios, un  extravagante personaje tocado con bombín y  una extraña y minina sonrisa que recuerda la del gato de Alicia. Pero las maravillas de este país de difuntos no han hecho nada más que empezar.

 El hombre gato del cementerio viejo de Talaván (Angel Briz)

El medallón que mira a levante, sujetado por los extraños seres alados, contiene a su vez una cabeza femenina igual de inquietante que la gatuna,  tocada y envuelta en una capa.

 

Seguimos esquivando zarzas y trozos de lápidas y vemos, al fondo, una cúpula que lleva  años amenazando con caerse, pero que se mantiene ahí de puritito milagro.

 

Y allí, en la cúpula, si levantamos la mirada, los encontramos. Los ángeles malos. Seres alados con mirada amenazante y dientes afilados de piraña. Dientes enrojecidos como el extraño sombrero que llevan sobre sus cabezas. Y bajo ellos, rodeando el ábside, una sentencia en latín:

 

OBLATVS ET QVIA IPSE VOLVIT. ET PECCATA NOSTRA IPSE. PORTAVIT. ESAIE. 53. MARZO.15 DE 1628 AÑOS.

 

(Se ofreció porque quiso. Él mismo cargó con nuestros pecados. Isaías 53.

15 de marzo de 1628)

 

Los ¿ángeles? del cementerio de Talaván (Ángel Briz)

 

Las terroríficas figuras han generado no solo mucho interés, sino también diversas interpretaciones en cuanto a su significado. Mientras que para algunos son “ángeles malos”, otros los relacionan con ánimas del purgatorio, aunque  el que fuera mi  profesor en la universidad, el catedrático Antonio Piñero, (especialista en cristianismo primitivo) señalaba  que son demonios, de acuerdo con el salmo de Isaías. Piñero afirma que cada vez que aparece este salmo  representa luchas contra el demonio, por lo que el dibujo puede tratarse de  un rito apotropaico, es decir, de rechazo o defensa ante un adversario del que posees su esencia al dibujarlo.

 

Otros estudiosos han clasificado a estos  extraños personajes como “réprobos”, es decir,  condenados a la pena eterna,  pero alados en su condición de seres espirituales.

 

Sean como fueren, la cúpula en la que habitan no resistirá en pie mucho tiempo. La ermita se encuentra en peligro de derrumbe. Los ángeles malos de Talaván exigen, desde sus alturas,  una reparación inmediata, y si desoímos sus palabras mereceremos que, al menos, se nos aparezcan en sueños. Avisados quedan.

 

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El castillo de Marmionda: Leyendas de pasión, sangre… y gallinas

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Ilustración: Borja González Hoyos

En lo alto del pueblo de Portezuelo, en la provincia de Cáceres, se alzan los restos de una fortaleza árabe cuyos muros guardan una trágica historia de amor. La leyenda se sitúa tras la muerte de Almanzor, cuando finaliza la grandeza del califato de Córdoba y comienzan los reinos de Taifas y las escaramuzas continúas.

Los vecinos de Portezuelo cuentan que la fortaleza tenía un alcaide famoso en toda la zona, más que por sus éxitos guerreros, por su bella, hija, la hermosa Marmionda, enamorada de un capitán cristiano que guerreaba contra las tropas de su padre.

Correspondida en su amor por el capitán cristiano, los enamorados elucubran la manera de pasar la vida juntos, hasta que un mal día,  durante una batalla, Marmionda cree ver, desde sus habitaciones, como su amado cae muerto a los pies del cerro, y no pudiendo soportar el dolor,  se arroja por los ventanales de su aposento, con tal fuerza que su cuerpo, rodando, va a caer junto a la roca donde yace su amado.

Pero el caballero no está muerto, solo inconsciente, así que cuando recobra el sentido se encuentra  a sus pies el cadáver de la bella  Marmionda. Al darse cuenta de la crueldad del destino, el capitán se atraviesa con su propia espada y muere junto a su amada, mezclándose la sangre de ambos en un arroyo carmesí.

Sin embargo, no solo de tragedias y amores se alimentan las piedras del castillo de Portezuelo. También sus paredes esconden tesoros legendarios, como aseguran los viejos adagios que aún hoy recitan los más ancianos lugareños:

“Castillo de Marmionda,

si una gallina escarbara,

cuanto oro y platería

en tus muros encontrara…!”

El castillo de Marmionda, en Portezuelo (Ángel Briz)

Sembrada de tesoros está la zona. En Portezuelo, además del legendario Castillo árabe de Marmionda, gozan de la posesión en su término de la finca de Macailla o Macaela, donde hay enterradas grandes ollas repletas de monedas y alhajas, al parecer escondidas ante la invasión árabe. Una gallina marca el lugar exacto del tesoro, y la coplilla así lo confirma:

 

Macaela, Macaela,

¡cuánto oro y plata en ti queda!

Si una gallina escarbara,

¡cuánto oro y plata en ti hallara!

Los gallos y las gallinas descubren tesoros (Jimber)

Es cierto que hoy los lugareños no tienen fe en dar con las susodichas riquezas por la sencilla razón de que ya hace muchos años pasaron a un boticario de Torrejoncillo, que hasta ese lugar de la Macailla acudió una noche de luna llena con todo un gallinero. Las gallinas se encargaron de poner al descubierto todo el oro y la plata, como reza el dicho que con cierto aire de resignación o desencanto también se escucha en Portezuelo como broche a los versos anteriores:

Y una gallina escarbó,

¡y el tesoro que encontró!

Y a pesar de todo, se afirma que alrededor del castillo  aún queda oro para rato… Será cuestión de buscar.

 

 

 

El Mágico Valle del Jerte: La leyenda de la princesa triste y los cerezos en flor

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Ya está el mágico Valle de El Jerte, pródigo en duendes, duendas, encantamientos y tesoros, cubierto con un manto blanco de flores  de cerezo. Dos millones de árboles en flor explosionando y derramándose en terrazas que anuncian la llegada de la primavera. Meses después, el blanco se tornará rojo sangre y surgirá entre sus ramas la Picota del Jerte,  un cultivo autóctono del Valle que solo se producen en esta zona.

 

La historia nos cuenta que el cultivo del cerezo comenzó a generalizarse en esta zona a partir del siglo XVIII, debido a un simple afán de supervivencia, ya que el árbol autóctono de la zona era el castaño. Pero quisieron los dioses que una plaga acabara con ellos, y se produjo  la consolidación del cerezo. Pero un paisaje de esta belleza no podía conformarse con una historia tan banal, y el pueblo no tardó en crear una leyenda romántica alrededor de la llegada del cerezo.

 

Hay quien habla de un zar ruso. Otros de un jeque árabe. Pero todos lo imaginan enamorado de una hermosa mujer de un lejano país del norte de Europa, donde la nieve cubría de un manto blanco los paisajes invernales.  Los amantes deciden vivir en el Valle, donde, a pesar de la belleza de sus ríos y montes, más que el blanco abunda el verde. La esposa, aunque enamorada de su marido, siente melancolía por los paisajes nevados de su tierra, y sus ojos reflejaban siempre una cierta  tristeza. Hasta que un día su amado, decidido a hacerla feliz, le promete que si es necesario, él traerá la nieve al Jerte.

La flor del cerezo, pétalos de nieve (Jimber)

Pensó y pensó en la forma de poder cumplir lo que había prometido, hasta que se le ocurrió una idea… Ordenó plantar cerezos por todo el valle, a sabiendas de que la flor del cerezo es blanca. Cuando llegó la primavera todos aquellos árboles florecieron y vistieron sus ramas de pétalos blancos. Llevó a su amada hasta un lugar desde donde podía verse todo el valle y observó el resultado de su esfuerzo: Había conseguido que, al menos unos días al año, ella pudiera ver su nueva tierra cubierta de nieve.

El Valle del Jerte se tiñe de blanco (Jimber)

Envuelta en esta leyenda se celebra todos los años laFiesta del Cerezo en Flor, convertida ahora en una celebración popular que trata de reflejar la vida de toda una comarca, tanto del pasado como del presente. La fiesta se convierte así en un escaparate de la cultura jerteña, de su gastronomía, de sus tradiciones y  de su  forma de vida.

Abren sus puertas las bodegas, las fraguas y los lagares, que durante unos días son recuperan los oficios de siglos pasados, los animales domésticos y totémicos se engalanan con cintas de colores, y las casas abren sus puertas para mostrar cómo vivían sus ancestros en un pasado no muy lejano.

Los animales se engalanan con cintas de colores... (Jimber)

El blanco cubre por fin las cumbres y los valles. La primavera ha llenado de espuma las copas de los árboles. El agua fluye cantarina en los saltos y cascadas, el sol comienza  a calentar los campos, y cuentan que si se acerca bien la oreja a los troncos de los árboles, se escucha su savia susurrando, un año más, que estamos vivos.

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Las Sociedades de Tesoros, un negocio arriesgado

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Ilustración: Borja González Hoyos

Seguro que pocos de ustedes saben que, entre las sociedades en las que uno podía invertir en el siglo XIX en Extremadura se encontraban algunas Sociedades de Tesoros.

El funcionamiento era fácil: cada uno de los socios se comprometía en aportar aquello que pudiese: dinero para la intendencia, especies para la búsqueda, el mapa del tesoro o la mano de obra para estar cavando durante días e incluso meses. Y empezaba la aventura. Si encontraban el tesoro, se repartía y ganaban todos. Si no se hallaba nada (que solía ser lo más habitual, todo hay que decirlo) todos perdían.

Una de estas primeras sociedades tuvo su sede en Herrera del Duque allá por 1843. Rebuscando entre las ruinas del Castello Velho tropezaron los pastores con ciertos cacharros romanos que enseñaron en el pueblo, en el que rápidamente se creó una sociedad entre varios vecinos que estaban convencidos de encontrar fácilmente “un gran depósito de oro y pedrería”. No hallaron oro ni piedras preciosas, aunque sí restos arqueológicos a los que no dieron excesiva importancia.

Según nos cuenta el cronista extremeño Vicente Barrantes,  en 1878 surge otro grupo en Gata, en torno a un visionario que prometió el hallazgo de un tesoro arrojando al aire dos varitas de avellano cortadas la víspera de San Juan a la medianoche en punto. Cayeron estas en forma de cruz en el lugar donde se encuentra un enorme peñón, y allí mismo comenzaron las excavaciones con nulo resultado, ya que tuvieron que abandonarlas a la carrera cuando la enorme mole de  piedra estaba a punto de desplomarse  sobre los trabajadores, ocasionando desgracias en lugar de fortunas.

Las galerías subterráneas siempre han despertado la imaginación del pueblo (Jimber)

No había pasado ni una década cuando, entre los años 1884 y 1885 se creó una sociedad de lugareños de Villasbuenas de Gatadispuesta a encontrar de una vez por todas el gran tesoro enterrado en el paraje conocido con el evocador nombre de El Púlpito de los Lobos. Se contaba que allí había una bóveda subterránea a dos varas del suelo, sostenidas por cuatro enormes estatuas de reyes de oro macizo.

La recién nacida sociedad contrató, para localizar el tesoro, a un zahorí, quien señaló el lugar exacto donde estaba enterrado, pero subrayando empecinadamente que nadie dudase de la existencia del tesoro, ya que cada vez que alguien albergara la más mínima duda, el tesoro se hundiría un poco más.

Tras excavar cuatro metros no hallaron nada, achacándolo todos a que alguno de ellos había dudado en algún momento de la existencia del tesoro. Al no saberse quién era el culpable, se desató una terrible batalla campal en la que todos desconfiaban de todos. Hubo peleas con navajas y palos, y el asunto terminó nada menos que en un proceso judicial en la Audiencia de Plasencia.

El castillo de Miramontes, en Azuaga, cuna legendaria de tesoros sin cuento (Ángel Briz)

Pero el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y más si la piedra  es de un castillo en ruinas. Vicente Barrantes cuenta que en el último tercio del siglo XIX, se formó una sociedad de treinta aficionados en las ruinas del castillo de Miramontes, en Azuaga, “donde se asegura existir galerías subterráneas, que el vulgo supone llena de tesoros y acaso lo serán de objetos antiguos”.

Y es que este castillo siempre se ha visto rodeado por la leyenda de tesoros ocultos, y ya en el siglo XX Jose Romero Romero (alias Heliotropo) periodista de la localidad, recogía  en 1933, en el diario La Libertad,  como se desarrollaban en el castillo excavaciones particulares de otra sociedad de tesoros, “con la intención de descubrir algunas riquezas de las que se aseguran se encuentran sepultadas en aquellas ruinas”.

Dirigía estos trabajos una tal Faustino Ortiz Gallardo, un viejecito bajito y canoso que cobraba 10 céntimos la entrada a las excavaciones para ver los “descubrimientos” y poder autofinanciar la búsqueda de los tesoros. Los trabajos habían comenzado el 30 de mayo, y poco a poco, todos aquellos “socios” que aportaban a la sociedad la mano de obra, se habían cansado de trabajar sin frutos y se habían marchado. Otros llegaron a  probar suerte y también abandonaron, y al cabo de un año hasta el pobre Faustino tuvo que abandonar pesaroso la búsqueda del tesoro de Miramontes.

Extraños ladrillos con indescifrables inscripciones, varias monedas de cobre, dos figuritas con la efigie de reina o virgen y tres grapas de oro fue lo único que consiguieron arrancarle al subsuelo del castillo. Desde entonces se sospecha que el tesoro del castillo de Miramontes sigue esperando al valiente que horade sus entrañas y aguante el envite a través del tiempo, soportando entre sus muros derruidos el sol de agosto,  la lluvia de octubre y la helada de enero. Como sus mismas piedras.

El temible llanto de la bastarda

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Ilustración: Borja González Hoyos

Era una cálida noche de verano. La luna llena iluminaba los campos de la comarca de Alcántara como si una extraño velo cubriese los contornos de los montes, los árboles y las rocas. Avanzábamos siguiendo la ruta de los bandoleros, bordeando una laguna en la que chapoteaban peces nocturnos y anfibios insomnes. A lo lejos, Brozas dormía.

Avanzábamos por un sendero de tierra que serpenteaba como una cinta amarillenta entre la hierba crecida y agostada cuando algo reptante hizo que la maleza temblase.  Intranquila, le pregunté al guía si había serpientes grandes por la zona.

-       Bastardas- contestó.

Bastardas. Un nombre que a mucha gente en Extremadura aún  le pone los pelos de punta. Un nombre en el que se funde lo real y lo legendario, el respeto y el miedo. A la culebra bastarda o Malpolon monspessulanus también le llaman “La Bicha”, y es fácil encontrarla en los campos extremeños. Tiene aspecto fiero y desafiante, una mirada  penetrante con la que se cree que hipnotiza a sus víctimas, un tamaño considerable del que se afirma que aumenta aún más al interceptar a sus víctimas elevándose sobre su cola cuando va a atacar, y la mala costumbre de mamar leche de vacas, cabras y mujeres, como ya hemos contado en otros artículos.

Cuentan en Las Hurdes como el «culebrón» (como también se le conoce) es capaz de emitir ciertos sonidos chirriantes para llamar la atención de sus presas. Algunos cazadores de la zona  afirman incluso que es “como un niño cuando llora”. «El llanto de la bastarda» es como llaman a la lúgubre sintonía que efectúa “La Bicha” momentos antes de plantarse frente a su enemigo.

La penetrante mirada de la bastarda (Jimber)

Escamosa y de tonalidad marrón verdosa, cuentan que utilizar su robusta cola como fatal látigo con el que llega a golpear a algunas de sus víctimas hasta matarlas. El periodista Iker Jimenez recogió algunos casos en Las Hurdes de niños atacados por la bastarda de este terrible modo, como en El Cabezo, donde  se narra la historia de un bebé al que el reptil dio muerte tras un momento de descuido de la madre.

La leyenda afirma incluso que la bastarda tiene cerdas en el lomo y pelos en la cabeza, lo que, junto a  la portentosa fuerza de su cola, la pueden emparentar  con la Caragontía de Montánchez  y hasta con el cuélebre asturiano.

Y como siempre, hay quien saca partido hasta de lo más legendario. El historiador José María Domínguez Moreno me contaba hace poco cómo una mujer de Ahigal, a la que los muchachos le robaban las habas, pregonó a los cuatro vientos que había visto en su huerto una serpiente de ni se sabe cuántos metros, provista de una exagerada melena. El bulo fue reiterado por los hortelanos vecinos. Desde aquel momento los habares del entorno quedaron libres de las rapiñas infantiles.

 

Para protegerse de la bastarda afirma el pueblo que no hay más remedio que rezar el «responso del viborón», y para la mordedura , la «limpia del alacrán», un remedio utilizado desde hace siglos en Casares y Ladrillar, y que se efectúa rozando un escorpión sobre la zona mordida por la bicha, mientras se reza la consabida plegaria.

La bastarda, entre la realidad y la leyenda (Jimber)

Y es que, además del tamaño, a “la bicha” se la teme por su veneno, aumentado por la leyenda y por la tradición oral. El investigador hurdanófilo Félix Barroso recoge la historia de un pueblo, ya abandonado llamado La Rocasqueru donde, en una poza del rio, vivía una anguila que mantenía relaciones con un bastardo. Cuando la anguila alcanzo un peso considerable, los vecinos decidieron comérsela, y como no sería de grande que hubo anguila para todos. Todos comieron menos el sabio del pueblo,  el Tío Godencio, un zajoril que nació con una cruz debajo de la lengua y que hablo en el vientre de su madre antes de nacer.

El Tío Godencio intentó detener a sus vecinos, convenciéndolos de que la anguila, al tener relaciones con el bastardo, se había contaminado de su veneno, pero nadie le hizo caso y siguieron comiendo. Todos murieron envenenados, y el Tío Godencio se convirtió en el único dueño del pueblo.  Un pueblo fantasma, eso sí, que decidió donar a quien mejor lo trató luego. Pero eso es otra historia que ya contaremos en otra ocasión…

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El bálsamo de Fierabrás está en Extremadura

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Ilustración: Borja González Hoyos

Ahora que celebramos los 400 años de la muerte de Cervantes no podemos dejar pasar la oportunidad de reivindicar la ubicación legendaria de uno de los mejunjes más fantásticos de la historia, una poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano y  de sanar heridas terribles y enfermedades incurables. Unapócima que formó primero parte de las leyendas del ciclo carolingio, y que después recogió Cervantes para aderezar su inmortal Quijote: El bálsamo de Fierabrás.

Don Quijote le comenta a Sancho en el capitulo X que conoce la receta del bálsamo, (ya no tan mágico y si más pedestre), cuyos ingredientes son aceite, vino, sal y romero, todo ello hervido y acompañado de un ritual consistente en 80 padrenuestros, 80 avemarías, 80 salves y 80 credos. La pócima parece funcionar sólo con  caballeros, ya que tras beber la milagrosa poción a don Quijote le atacan vómitos y sudores, pero se siente curado después de dormir. Sancho, sin embargo, sufre un efecto laxante y poco edificante.

Sin embargo, el auténtico y mágico bálsamo de Fierabrás  tiene orígenes mucho más legendarios. Algunas fuentes, de hecho, afirman que Fierabrás era el feliz propietario de una  espina de la auténtica corona de Cristo, de la que nacía un rosal mágico que florecía todo el año, con rosas de variados colores y aromas, uno rosal del que más tarde los templarios cortaban flores para el altar de la Virgen, cuyas espinas no herían y del que se extraía su famoso bálsamo.

Las rosas mágicas provenían de la espina de la corona de Cristo (Jimber)

Este rosal se encontraría ahora sumergido en las aguas del pantano de Alcántara, bajo la torre de Floripes, últimos restos del castillo templario que guarda la romántica leyenda de amores e deseos incestuosos, entre Fierabrás, Floripes y el caballero Guido de Borgoña, paladín de Carlomagno.

De hecho, cuenta la leyenda que un moro cautivo enseñó a Carlomagno y a sus caballeros el escondite de este rosal, junto al que se ocultaba un mantel mágico (también traído por el gigante) que procura toda clase de alimentos si se dicen correctamente unos conjuros y al que es fácil relacionar con el mantel de la Última Cena, reliquia que se encuentra expuesta desde hace siglos en la catedral de la cerca Coria. Curiosamente, en la misma catedral, en su museo de las reliquias, se guarda también una espina de la corona de Cristo… ¿Podría ser la que dio origen al rosal mágico?

En la Torre de Floripes emergen los barriles de bálsamo en la mañana de San Juan (A. Briz)

Y aún existe una leyenda mucho más trascendental, que afirma que  cuando el gigante  Fierabrás (el de fieros brazos) y su padre Balán conquistaron Roma, robaron en dos barriles los restos del bálsamo con que fue embalsamado el cuerpo de Jesucristo, que tenía el poder de curar las heridas a quien lo bebía.

Estos barriles fueron arrojados al Tajo en el combate final entre Fierabrás y Carlomagno, cuando el gigante se vio perdido. Pero todavía pueden recuperarse, porque en la zona se cree que las extrañas formas que se ven en algunos  remolinos que forma el agua  cerca de la torre son los toneles del famoso bálsamo de Fierabrás, que en la mañana de San Juan, cuando el sol dora la Torre de Floripes, emergen por un instante  desde el fondo de la Rocha Frida para demostrarnos a todos que la magia aún existe.

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El hombre lobo extremeño: Cómo convertirse en lobisome

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Ilustración: Charles Lebrun (Siglo XVII)

Al hombre lobo extremeño se le conoce, según nos contaba hace más de un siglo el gran  Publio Hurtado, con el nombre de lobushome o lobisome, igual que en las tierras galaico-portuguesas. No es extraño, puesto  que el lobisome  (o al menos, su leyenda), se introdujo en Extremadura desde Galicia pasando por Portugal. Y lo sabemos porque donde más abunda este ser peludo y maldito es en las localidades fronterizas de La Raya, ese territorio mágico entre dos reinos, aunque en con el tiempo y la ayuda de las noches de plenilunio se fue adentrando hasta el mismo centro de la región.

Así lo atestiguan retazos de nuestra tradición oral como Mae Bruxa (Madre Bruja), una bella canción recogida por José Tomás Sousa en Cedillo, pueblo fronterizo cuyos habitantes hablan un dialecto del portugués. La canción ha sido rescatada por Acetre, y en su estribillo se relaciona al hombre lobo como compañero de las brujas:

“Tua mãe é bruxa, tenho medo dela.

Tenho medo dela, também do seu homem.

Tua mãe é bruxa, teu pai lobisomem.”

(“Tu madre es bruja, tengo miedo de ella.

 Tengo miedo de ella, también de su hombre,

tu madre es bruja, tu padre hombre lobo.” )

El mejor estudio sobre el hombre lobo en Extremadura corresponde sin duda alguna al historiador y folclorista José María Domínguez Moreno, quien nos describe a este ser temible con un aspecto normal que en nada hace sospechar su otra apariencia, y que toma forma lobuna y feroz algún que otro viernes, la noche de San Juan o las de plenilunio, sin que falten condicionantes que obligan su metamorfosis en otras fechas distintas e incluso continuamente. Ya solo, ya acompañado de un ejército de lobos, ataca y mata tanto a personas como a animales. Con las primeras luces del alba puede recuperar su forma humana, en cuyo caso ya no la perderá hasta que vuelvan a darse las circunstancias para una nueva transformación.

Pero ¿Cómo se convierte uno en hombre lobo? Dejando a un lado los clichés peliculeros de mordiscos a medianoche, lo cierto es que hay tantas papeletas para convertirse en hombre lobo que raro es que la mitad de los extremeños no andemos aullándole a la luna y persiguiendo entre las encinas a los viajeros nocturnos.

En  Aldeanueva del Camino, en el bello Valle de Ambroz, se cree que la embarazada que se encuentre con un lobo  parirá un licántropo, a no ser que pegue sobre el vientre una estampa de San Antonio de Padua hasta que se produzca el nacimiento de su hijo.

Y es que San Antonio, como ya hemos dejado escrito en otras ocasiones, es mano de santo para esto de las alimañas, y de hecho en Extremadura es de los pocos instrumentos de los que nos podemos valer para evitar la conversión en lobisomes. Porque otra manera (quizás la más conocida)  de convertirte en hombre lobo es nacer el séptimo varón de una familia sin ninguna hembra en medio. Solo existe una manera de evitar la maldición: el varón debe ser bautizado por su hermano mayor con el nombre de Antonio.

Esto lo saben bien en Las Hurdes, donde el folklorista Félix Barroso me contaba como Tío Vito de Dios, de la alquería de La Horcajada le informaba mucho y bien sobre los hombres lobos, y le recitaba, de regalo, este romance lobuno:

 Se casó no bien casada en otro pueblo Leonor.

Siete hijos trajo al mundo, los siete que le dio Dios.

No hubo hembra por el medio, cada uno fue varón,

y al “sétimu” que era el último le cayó una maldición:

en un lobo de por vida el “probi” se convirtió.

De mañana en la lobera y de noche de rondón…”

"En un lobo de por vida el probi se convirtió"... (Jimber)

Triste destino para los séptimos hijos, como saben en los pueblos de Ahigal y Zarza de Granadilla, en  Tierras de Granadilla y de Alía, ya en Las Villuercas, donde relatan como un joven  cazador consigue  acabar con un lobo que en las noches de luna llena masacraba a los rebaños, y le corta una pata como trofeo. Al volver al pueblo y enseñarla descubre que la zarpa se ha convertido en una mano humana y, al volver al lugar donde se encontraba el lobo muerto, descubre que se trata del cadáver desnudo de  su hermano pequeño, que había desaparecido y que está maldito por nacer el séptimo entre los varones de su familia y que no pudo ser bautizado por su hermano mayor porque este se encontraba ausente.

Un cazador consigue abatir a un terrible lobo que resultó ser su hermano ... (Jimber)

Y es que la maldición solo puede ser eliminada cuando al lobisome, en su estado lobuno se le da caza y se le practica una sangría, que, según contaba Publio Hurtado, ha de acompañarse con alguna jaculatoria.

Y hablando de maldiciones, llegamos a otra forma de convertirse en lobisome en Extremadura: la maldición de un padre o de una madre.  Un ejemplo lo tenemos en el pueblo de Calamonte, en el que un mozo le roba a su padre el mejor cordero del rebaño y se lo come en compañía de los amigos.

Enterado el padre, no tarda en maldecir a su hijo:

-       «¡¡Lobo fueras pa que al menos mataras y comieras por hambre!».

           Y, efectivamente, lobo se hizo y por hambre arremetió contra las ovejas de su progenitor sin que los perros hicieran el mínimo esfuerzo por defender el hato. El padre acaba reconociendo su error y perdona al muchacho, que al instante se ve libre de su forma animal.

Otra forma de convertirse en hombre lobo es la de ser hijo de un lobo. Así de entrada parece difícil, y debería serlo, amén de peligroso para la madre, por lo que recoge Domínguez Moreno en Guareña, donde cuentan que una joven que mantenía relaciones con un lobo no tarda en quedar embarazada del animal. En el momento del parto la joven se encuentra sola en el campo y grita de dolor. Acuden los lobos en manada y matan a la muchacha para sacarle la cría, que se llevan en las fauces. El recién nacido era un hombre-lobo.

De tener ascendentes lobisomes no se libra ni caperucita... (Jimber)

Pero no son estas las únicas maneras de convertirse en hombre lobo en Extremadura. Podemos convertirnos en lobisome (revolcándonos en el lugar donde antes lo haya hecho un lobo (magia de contacto),  bebiendo la sangre del lobo recién matado (magia simpática) o teniendo el descaro de nacer en la noche del 24 de diciembre, haciéndole sombra al nacimiento del Niño Jesús.

Lon Chaney en "The Wolfman" (1941)

Así que ya saben… Si quieren convertirse en lobisomes, métodos no le faltan. Y si han tenido la desgracia de nacer malditos… encomiéndense a San Antonio y cuidado con la luna. Porque como bien sabemos todos los que adoramos a Lon Chaney :

“Incluso un hombre puro de corazón

que reza sus oraciones todas la noches

puede convertirse en lobo cuando florece el acónito

y brilla la luna en otoño”.

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La extremeña que trabaja con fantasmas

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Asegura a todo aquel que la quiere escuchar que se llama Isabel de Toledo y que vive en el Edimburgo del siglo XV,  pero realmente es de Don Benito, se llama Belén  Martín – Mora Bañuls y es filóloga.

Su historia no tiene desperdicio. Tras estudiar filología francesa vivió varios años en Francia, y como es una joven emprendedora decidió aprender también inglés. “Miré vuelos, y que el que más barato me salía era a Edimburgo. Lo cogí sin vuelta”.

Algunos dirán que era el destino, otros que la casualidad. Lo cierto es que se plantó en la capital de Escocia sin conocer a nadie y comenzó viviendo en un alberge. Su primer trabajo fue en una cadena de comida rápida, como casi todos los españoles que llegan a Edimburgo, donde adquirió una extensa sabiduría acerca de pollos y patatas.

Su ciclo allí parecía haber terminado, pero debido de marcarle esta ciudad mágica, porque después de trabajar  como intérprete  multilingüe en  Marruecos, y de profesora  de francés en la India, decidió volver a Edimburgo , donde lleva ya cuatro años viviendo y seis meses descendiendo diariamente al misterioso subsuelo de la ciudad, “poseída” por el espíritu de Isabel de Toledo, una española de 1490 que llega con el emperador y con Pedro de Ayala  y que termina sirviendo en la corte del rey Jacobo IV de Escocia.

Belén, como Isabel de Toledo, en el Mary King Close (Ángel Briz)

Y es que Belén (o Isabel, que tanto monta) trabaja ahora como guía del “Real Mary King Close”  el tenebroso callejón de Mary King,  una de las principales  atracciones turísticas de la mágica y fantasmal ciudad de Edimburgo. Y lo de fantasmal no es subjetivo: Edimburgo, si hacemos caso a lo que sus mismos habitantes cuentan, es la ciudad con más fantasmas por metros cuadrados del mundo.  Pocas iglesias o edificios  carecen allí  de sus  propios y conocidos espíritus, y si a esto le unimos su arquitectura medieval y georgiana, su clima lluvioso, y especialmente su “otra ciudad” subterránea (ese Edimburgo oculto que permanece en el subsuelo y del que se cuentan leyendas inquietantes) nos encontramos sin duda en una de las ciudades más encantadas (y encantadoras) del mundo.

Mary King’s Close era un importante callejón comercial del siglo XVII situado en la zona antigua de la ciudad, un callejón que hoy en día se encuentra debajo del actual ayuntamiento de Edimburgo y al que da nombre su habitante más conocida de la época: Mary King. El hecho de estar atrapado bajo la actual calle y de haber estado cerrado durante muchos años ha conseguido que este complejo de callejuelas y casas permanezca congelado en el tiempo, pero también que sea foco ineludible de leyendas urbanas e historias de fantasmas, algunos de los cuales cuentan incluso con nombres y apellidos.

Otros tours se adentran por el Edimburgo subterráneo, como el South Bridge (Ángel Briz)

A pesar de que real Mary King’s Close no ofrece, como hacen otras empresas de la ciudad,  ningún tour de terror, lo cierto es que hay un rincón en su interior que pone los pelos de punta.  Se trata de una oscura sala en la que se amontonan decenas de muñecas de toda clase y condición . Son muñecas para un fantasma . El fantasma de la pequeña Annie.

 

Los visitantes ofrecen muñecas al fantasma de la pequeña Annie (The Real King Close)

Annie es uno de los fantasmas más famoso de la ciudad desde que la famosa médium japonesa Aiko Gibo afirmó sentir, mientras grababa un programa en los callejones subterráneos, como alguien le tiraba de la pierna. Al girarse pudo contemplar  a una niña de unos 5 años de edad que  lloraba desconsoladamente , y quien ante las preguntas de la médium le contó que  su nombre era Annie y que su familia le había abandonado allí en 1644 por tener la peste. Annie lloraba  porque había perdido su muñeca de trapo, la única pertenencia que le quedaba en el mundo. La médium salió del subterráneo, le compró una muñeca, volvió a bajar y la colocó contra la pared en la habitación donde la había visto, comentando después que todo el frío y dolor que había sentido desaparecieron. Desde entonces miles de personas al año visitan la habitación de Annie, dejando sus juguetes para que la niña fantasma no se encuentre sola.

Pero Annie es sólo una más de los muchos protagonistas involuntarios de la palabra que más terror ha producido a lo largo de los siglos: La peste.

Durante la Navidad de 1644, la peste llega en barco desde Europa y se propaga con  las pulgas de las ratas, matando a una parte importante de la población escocesa. Belén nos cuenta que es falsa la leyenda urbana de que las víctimas de la plaga fueron tapiadas en el callejón para dejarlas morir de hambre. De hecho, había una larga tradición de cuarentena organizada en la ciudad, una cuarentena “sui generis” que todavía se puede revivir junto a Isabel de Toledo en las entrañas de sus callejones.

Durante los brotes, las personas infectadas con la plaga se encerraban en su casa e indicaban su situación mostrando por la ventana  una pequeña bandera blanca. El pan, la cerveza y el carbón se les entregaba diariamente, y un médico especialista podía visitarlos de vez en cuando. Estos doctores llevaban capas de cuero y la llamada “máscara de la peste”, que era de cuero y en forma de pico, y ahí depositaban hierbas para tratar de protegerse de las “miasmas de la peste”, aunque a pesar de las precauciones muchos murieron, al igual que aquellos a los que trataban de ayudar.

El callejón de Mary parece detenido en el tiempo (The Real Mary King Close)

A pesar de todas estas leyendas, o precisamente por ellas, Mary King’s Close fue reabierto al público en abril del 2003 como atracción turística. Ahora, con el nuevo nombre de “Real Mary King,s Close”, la empresa quiere desprenderse de los fantasmas y las leyendas, y ofrecer una visita didáctica e histórica, una visita en la que recorriendo junto a Isabel de Toledo el callejón se puede experimentar cómo vivieron, trabajaron y murieron los habitantes del Edimburgo del siglo XVII.

Ya en la superficie, y en la cafetería del establecimiento (que tiene hasta tienda de recuerdos donde comprar una máscara de la peste, un monopoly del antiguo Edimburgo o una taza de recuerdo del callejón), Belen abandona la piel de Isabel de Toledo y  recobra su nombre y su acento extremeño, y se muestra agradecida a la ciudad en la que vive:

 “Edimburgo me ha tratado siempre muy bien. Nuca me he sentido sola. Desde las instituciones gubernamentales hasta los ciudadanos, todos te ayudan. Con este trabajo Quiero devolverle a la ciudad parte de lo que me ha dado. Quiero enseñar a los visitantes el encanto de Edimburgo”.

Mientras hablamos, una chica sufre un desvanecimiento en la mesa de al lado. Belén se levanta inmediatamente y va a por una botella de agua. En un minuto  acude el personal y un médico.  La joven comienza a recuperarse. Me muestro sorprendida por la rápida reacción de  todos, Belén incluida. Ella sonríe.

-          Es que en todos los  tours siempre hay alguien que se desmaya- me comenta, quitandole importancia…

Quizás los fantasmas siguen ahí aunque nadie hable de ellos…

¿Quieres una ruta nocturna por la Mérida más fantasmal? Visitanos en Extremadura Secreta

 

 

 

 

La serrana de Monfragüe

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Ilustración: Borja González Hoyos

Pocos extremeños desconocen  las andanzas de nuestra mitológica Serrana de la Vera, pero menos aún son los que conocen los legendarios pasos de otra serrana extremeña, bandolera y asesina, que se enseñoreó de toda la abrupta naturaleza de lo que hoy es el Parque Natural de Monfragüe.

Cuentan las bocas ancianas que esta serrana, apuesta y valiente, era de un pueblo de Ávila, donde al parecer incluso tenía buena hacienda. Habitaba en una cueva  de la “Cuesta de la Serrana”, cerca de lo que más tarde sería Villareal de San Carlos, y se dedicaba a asaltar los carros que transitaban entre Plasencia y Trujillo.

Un mal día, cansados los carreteros de ser robados y malheridos, cuando no asesinados, deciden unirse para atacarla, pero  al verse hostigada  la Serrana decide cambiar su escondite a la otra orilla del río, en una cueva que arranca a los pies del castillo y desemboca junto al Salto del Gitano.

Pero la justicia, que no es tonta, idea un plan para apresarla: apostarse en las dos entradas de la cueva con muchos hombres y armas. Sin salida ninguna, la joven es apresada cuando intenta escapar por El Salto del Gitano. Y se cuenta que cuando exploraron la cueva descubrieron numerosas riquezas atesoradas a base de robos.

Envueltas La Serrana y su cueva en la leyenda, lo cierto es que Villareal  de San Carlos se llama así porque Carlos III la fundó con el propósito de asentar población y acuartelar tropas que combatiesen a todos aquellos bandidos que se habían convertido en amos y señores de aquellas tierras, siendo frecuentes los asaltos y asesinatos a todo el que se atreviese a pasar por ellas.

En esta zona sitúa en el siglo XVIII el historiador Antonio Ponz un total de 28 cruces, todas ellas pertenecientes, según la tradición, a hombres muertos por la Serrana, y que Ponz atribuye simplemente a la acción de los bandoleros, tan abundantes en el lugar.

Los bandidos de Monfragüe robaban y asesinaban a los viajeros (Jimber)

Hoy ya no quedan bandidos valientes ni Serranas apuestas, y solo nos queda de esta legendaria bandolera el Alto y la cueva que llevan su nombre y el recuerdo cada vez más débil de sus andanzas, fagocitado por el tiempo y por la creciente fama de su hermana verata.

Solo los buitres alcanzan a ver la entrada de la cueva de la serrana (Jimber)

Su cueva, alguna vez repleta de riquezas, ha sido cubierta por la vegetación de la zona y lo escarpado del terreno, y solo los buitres que sobrevuelan el Tajo alcanzar a ver, desde lo alto, las entradas secretas del refugio de la más valiente bandolera de Monfragüe.

 

 

San Antonio y los secuestros infantiles: Prácticas mafiosas para conseguir novio.

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San Antonio de Padua

Hoy se recuerda en alguna localidades extremeñas, como Aceitunilla y Jaraiz de la Vera, a un santo lusitano con vocación de detective y casamentero. De cómo se las apaña para encontrar cosas perdidas ya hablaremos otro día, que hoy nos vamos a quedar con su poder para encontrar novio.

Cuenta la leyenda popular que eran muchas las jóvenes parejas que se acercaban a Antonio de Padua en busca de consejo para arreglar sus desavenencias amorosas, y se quiere hacer ver que posiblemente debido a ello siglos después se mantuvo la tradición de pedir a san Antonio un novio, imaginamos que para tener con quien discutir.

La cosa viene de lejos, porque ya en 1636 la Santa Inquisición condena por hechicera a María Sanero, alias “La Chacona”, una mujer soltera de 36 años que vivía en Valle de Matamoros, aunque nació en Jerez de los Caballeros.

Según recoge el investigador Fermín Mayorga, La Chacona fue detenida “por cosas de hechicerías y embustes, y de ser una mujer que dominaba muchas oraciones para atraer a los hombres hacia las clienta que se lo pedían”. Ha quedado para la posteridad la oración a San Antonio de la hechicera jerezana, que pongo a su disposición por si quieren probar suerte:

 Paulo Antonio, Paulo Antonio, Paulo Antonio

en Lisboa nacido,

(tres veces se repite)

 y en Padua criado,

y que estando predicando por un ángel se fue revelando

 que tu padre debía de ser ahorcado,

y el río mar pasaste

y una voz oíste que te decía,

 Paulo Antonio vuelve atrás

que lo que pides se te otorgara,

lo perdido se hallara,

y lo revelado y lo pedido otorgado.

 Así como encontraste en tu breviario al hijo de Dios sentado,

así me traigas a fulano para que venga a tener conmigo donde quiera que estuviere sin que duerma ni sosiegue

hasta que conmigo esté.

Esta oración la hacía La Chacona a las doce de la noche con una vela de cera encendida, y al parecer antes de acabarla, la persona nombrada y requerida se presentaba en la  mismísima puerta de la hechicera.

Si la oración no surte efecto hay que pasar a mayores, normalmente atacando sin piedad a la imagen del santo o, lo que es peor, al secuestro del niño Jesús que lleva en brazos.

Santuario de la Virgen del Ara (Ángel Briz)

Eso lo saben bien en Cáceres y en Fuente del Arco, donde las muchachas solteras del pueblo secuestraban al niño que sostenía la imagen de San Antonio que se encuentra en la ermita de la Virgen del Ara,  y lo mantenían en su casa hasta que les salía novio, o hasta que aquellas que ya lo tenían resolvían sus disputas con el mozo enfuruñado. Una vez reinaba el amor y concedido el deseo, lo devolvían a su sitio sin que nadie las viera.

Eso ha estado sucediendo aquí hasta hace poco”, contaba Ana Calderón, una señora del pueblo que conoce bien la tradición porque ella misma se encargó, en su época más joven, de robar al niño, aunque no fue para buscar novio, sino para que el cura no lo vendiera.

Y tan convencidas estabas de su efectividad, que ni siquiera lo devolvían cuando la pareja (no la de la moza, sino la de la Guardia Civil) iba buscando al Niño por las casas y los cortijos de la zona, alertada de su desaparición por el párroco.

Al parecer, este rosario de secuestros infantiles terminó cuando el párroco de la ermita  decidió pegar al Niño a San Antonio y evitar así nuevos raptos “amorosos”.         .

            Claro, que esto no fue óbice para que las solteras  del pueblo se decidiesen por otra de las maneras de “pillar cacho”: Se le tiraban piedras al ombligo del santo, y  a la moza que acertaba le salía novio a los pocos meses.

ermita de San Antonio, en Cáceres (Hoy)

En Cáceres las casamenteras  se conformaban con tirarle del cordón de su hábito, en una especie de llamada de atención. Cuenta el sacerdote Manuel Femia Godoy  que desde tiempo inmemorial tiene dedicada una diminuta capilla en el barrio judío de la ciudad, a la que acuden las mujeres que han perdido sus encantos de juventud para pedirle un buen novio,  a cambio de gratificaciones económicas que varían en función de los valores estimados del pretendiente. Vamos, lo que se llama un soborno en toda regla.

Y es que mejor sobornar que coaccionar, porque la última manera de  conseguir novio gracias a San Antonio es más propia de la mafia que de feligresas solteritas: En algunos pueblos de la comarca de Llerena se coge al santo (sin el niño) y lo cuelgan boca abajo en un pozo, metiéndolo de vez en cuando en las frías y oscuras aguas.

El remedio será efectivo, pero una queda señalada para toda la vida por el soniquete:

Tu fuiste la que metiste

 A san Antonio en el pozo

Y le diste zambullías

Pa que te saliera novio.

Seguro que en nuestras tierras hubo más de una célibe que solo buscaba  un buen mozo que la  achuchase y lo único que encontró fue un mote para toda la vida: La “mojasantos”.


Exorcistas extremeños del Siglo de Oro

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El diablo ha campado a sus anchas en Extremadura desde que empezamos a creer en él. Y aunque podía haberse metido en el cuerpo de cualquier aristócrata, noble u obispazo, le tuvo querencia al pueblo llano y, no pocas veces se introdujo en los pobres cuerpos enjutos y hambrientos de labriegos y pastores y de piadosas mujeres.

Los síntomas de posesión eran, como ahora, unas veces más claros que otros, aunque una vez poseído el cuerpo, según el “Compendium Maleficarum”, publicado en 1608,

“si el demonio se encuentra en la garganta, se siente tan oprimido que parece estrangulado. Si se encuentra en las partes más nobles del cuerpo, como el corazón o los pulmones, produce jadeos, palpitaciones y síncopes. Si está cerca del estómago, produce hipo y vómitos, de modo que no puede tomar alimentos o no puede retenerlos. Y también hace que una especie de bolita pase por el ano, con rugidos y otros ruidos discordantes, y produce gases y calambres en el abdomen. A veces se les distingue por ciertos vapores de azufre u otros gases de olor penetrante”.

Afortunadamente, donde está el diablo no falta un exorcista, y ya el insigne Pedro Ciruelo comenta en su obra “Reprobaciones de las supersticiones y hechicerías” que durante el siglo XVI abundaban, entre otra fauna extraña, los sacadores de espíritus, exorcistas legos, que

«…con ciertos conjuros de palabras ignotas y otras ceremonias de yerbas y sahumerios de muy malos olores, fingen que hacen fuerza al diablo y lo compelen a salir, gastando mucho tiempo en demandas y respuestas con él, a modo de pleito o juicio».

En Valencia de Alcántara vivía "La Canita", exorcista en sus ratos libres (A. Briz)

Una de ellas fue la viuda Leonor Martín, alias “La Canita”, vecina de Valencia de Alcántara, donde era tomada por cristiana vieja y buena, lo que no fue impedimento para que la acusaran de conocer la oración de las palabras retornadas, un remedio que según ella le había enseñado el propio demonio, hablando por boca de un poseído. El mismo diablo, según recoge de los archivos el investigador Fermín Mayorga, le dio el remedio a sus malas artes, ya que le contó que pronunciando las palabras de esta oración, saldría el maligno del cuerpo de poseso.

Otro exorcistas sí estaban ordenados por la iglesia, como Juan Enríquez Guzmán, religioso de la Orden de Santiago y cura párroco de la iglesia de Santa María de Mérida, que por la misma época lanza demonios y al que se le atribuyen grandes virtudes sobrehumanas para los exorcismos.

Apenas un siglo más tarde, en el XVII, y según se puede leer en unos legajos manuscritos del teósofo extremeño Mario Roso de Luna, una jovencita de su pueblo, Logrosán, descubre otras poderosas palabras para expulsar al maligno de los cuerpos humanos. Esta joven (ahora injustamente olvidada), que ingresó monja con el nombre de Sor Mariana de Cristo, tenía el poder de ver a los demonios (que debían de ser pequeños, porque a veces los veía incluso mezclados con las gallinas del convento) y estos le habían descubierto unas “palabras mágicas” que hacían que los seres del infierno se convirtiesen en humo y desapareciesen. Pero el gran Enemigo, que evidentemente no estaba muy contento con el desliz de su tropa, había logrado con sus malas e ignotas artes que la monja las olvidase.

Ni las monjas se libraban del maldito demonio...

Exhortada por su confesor a que las recordase costase lo que costase, Sor Mariana entró en trance y recordó una por una las palabras para defenderse del poder de las tinieblas del infierno, y triunfante, se las transmitió a su confesor:

-       ¡El divino e increado entendimiento que os crió, os confunda!

El mismo confesor, que es el que nos cuenta los milagros y virtudes de la monja de Logrosán (que terminó siendo priora), aseguraba en sus escritos que tras conocer estas palabras, las había utilizado a menudo y con mucho éxito contra el demonio.

Aunque fue la propia Mariana la que, aprovechando su facultad para ver demonios los exorcizaba, aunque a veces fuese necesario engañar al poseído, como tuvo que hacer una señora del pueblo llamada María, a la que veía asistir a la iglesia “con una gran multitud de enemigos” .

Con engaños, y gracias a la complicidad de una criada, consiguió que entrase en la portería del convento, cerrando la puerta tras de ella y diciéndole a la mujer que se acercase a ella, la tal maría, en lugar de acercarse a la monja , empezó a retroceder intentando escapar, y dando un gran grito dijo:

  – ¡Yo no tengo al diablo!

Pero mientras la criada se lanzó a sujetar a la señora, la monja le puso la mano sobre la cabeza, y en ese momento la señora comenzó a contorsionarse y a dar muchísimos gritos, mientras la monja exorcista les hablaba a los demonios y les decía:

-       ¡Eso es lo que quería, que os descubráis y os manifestéis para que os conjuren y se remedie esta alma de tan mala compañía!

 

Con estas escenas en directo, les aseguro que a nuestros antepasados no les hacían ninguna falta las novelas de terror ni las películas de miedo. Y lo peor es que con los años, la cosa no mejoró, se lo aseguró. Pero de posesiones más recientes hablaremos en otra ocasión… Si el Diablo quiere.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los Alumbrados: Sexo, hostias y posesión

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A finales del siglo XVI y principios del  XVII se extendió por Extremadura una corriente religiosa a cuyos adeptos se les llamó “Alumbrados”. Aunque esta herejía católica había hecho su aparición en Castilla  alcanzó aquí un gran éxito de público, aunque no de crítica, ya que  la Inquisición la persiguió con ahínco, salpimentando los juicios del temido Tribunal de Llerena entre 1573 y 1582.

La Santa Inquisición les acusó de herejes porque sus doctrinas atacaban postulados católicos fundamentales, pero también porque practicaban una gran promiscuidad sexual con la estupenda excusa de que el Mesías habría de nacer de la relación entre uno de sus clérigos y una doncella. Otro de sus preceptos era que a Dios se llegaba a través del goce carnal, por lo que no es extraño que le creciesen los seguidores (y las seguidoras) como setas tras lluvia de otoño.

Los motivos de la expansión de esta secta por la Baja Extremadura son variados, pero seguramente tenga algo que ver la escasez de varones que dejó la emigración a América, la represión sexual de la mujer, el excesivo número de clérigos (la mayor parte de ellos nada ejemplares,  sin vocación y oportunistas, como acertadamente señala Manuel Maldonado) y la omnipresencia del clero en todos los aspectos de la vida rural. Pero para la iglesia, precisamente, la explicación era mucho más simple: Todo era obre de Satanás, el eterno Enemigo.

De hecho, el fraile extremeño y principal perseguidor de los Alumbrados, fray Alonso de la Fuente, afirma en cierto memorial que los jefes de la secta, más que miembros de la Iglesia son:

“grandes hechiceros y magos (…) se aprovechan de la magia para alcanzar las mujeres y aprovecharse de sus cuerpos, para el cual efecto les ayuda el demonio grandemente, el cual viene a las mujeres y las enciende terriblemente en deseos de carne con tan grande opresión, que las hace ir rabiando a sus maestros a pedir la medicina de aquellas grandes tentaciones porque ninguna otra persona puede remediarlas. Y los dichos maestros aplican el remedio natural tratando con las tentadas deshonestamente, y dándoles a entender que no es pecado, porque aquellas obras carnales llaman regalos de gente espiritual, y que haciendo aquellas cosas con necesidad espiritual no es ofensa de Dios”.

Las alumbradas andaban "encendidas en deseos carnales como un fuego de Babilonia" (Jimber)

           Este mismo fray Alonso cuenta que tuvo su primero encuentro con esta secta a finales de 1570 en su pueblo natal, Fuente del Maestre. En esta villa habría de sucederle un evento que el propio fraile califica como obra evidente de Satanás. El suceso, recogido por García Gutierrez en su obra, lo relata vivamente el dominico:

Habiendo, pues, yo predicado, esta mujer se halló presente al sermón  (…) y luego que yo me bajé del púlpito, se levantó disimuladamente de su lugar y, llegándose al lugar de la predicación, arremetió de golpe y fue corriendo por la escalera del púlpito, y en un instante se puso en los alto; en lo cual se vio una obra evidente de Satanás, que, siendo la escalera del púlpito esperísima y que tenía quebrado un escalón, y muy alta, la subió con tanta velocidad y ligereza como si fuera un gato; y fue cosa certerísima que de tres mil ánimas que había en el templo ninguno pudo entender cómo subiese a lo alto tan ligeramente si no fue ayudándola el demonio (…) y queriendo proceder adelante con su desatino, no le dieron lugar, porque luego la Justicia arremetió contra ella para derribarla  de lo alto, y ella se defendía asida a las verjas del púlpito; y estuvo tan fuerte y poderosa para resistir a la Justicia, que fue necesario, según entendí, que la asiesen de partes vergonzosas para hacerla bajar, y de esta manera se dejó vencer; y luego la bajaron muy deshonestamente, descubiertas sus carnes y las piernas arriba y la cabeza abajo, con grande ignominia de su persona”.

 La protagonista de esta historia, más parecida a un película de posesiones que a un suceso rural, es Mari Sánchez, la más violenta y enardecida de todos los alumbrados extremeños, hasta el punto  que llega a estrangular a una compañera de secta, Inés Alonso, cuando ambas están ya presas en las mazmorras inquisitoriales. Afirma que ve a los muertos y que es atacada de tormentos y de rabia, y da grandes gritos y alaridos retorciéndose en la cama cuando no colma el hambre de eucaristía. Y  es que tanto Mari como sus compañeras morían y mataban por una buena hostia (consagrada, eso sí).

No es extraño si descubrimos que las beatas, según recoge Víctor Chamorro, al comulgar experimentan un amor sensible tan poderoso

“que no hay ardor en el mundo que tanto inmute corporalmente y crecen tanto estos ardores que las matan de amores y las revuelven en pasiones del sentido por un modo sabrosísimo que sabe la serpiente antigua. Aquí se descubre un misterio que de las rameras y mujeres infames se hacen contemplativas…”.

Estas sensaciones son tan poderosas e “inflaman tanto a las mujeres que se les hinchan algunas de ellas su natura, y andan como perras”. Entonces el Demonio “les lleva la mano a su natura y les hace venir en mil torpezas”.

 Al entrar el Demonio en el cuerpo de las Alumbradas estas sufren un calor sensible y material que las “enciende la carne, tanto que a veces escupe conchas en el rostro y en aquellas partes donde da”. Los lugares que reciben este calor son el corazón, el pecho, la espalda y el brazo izquierdo. Y tanto es el calor que sienten que a veces, si no está a mano su confesor, se tienen que aliviar entre ellas, por lo que “desnudas, en la cama, en tanta manera que se abrazan y besan y meten la lengua en la boca y juntando las partes vergonzosas vienen a tener poluciones”.

Las alumbradas se unían carnalmente a Cristo... o eso creían (Jimber)

Para el anonadado Fray Alonso está claro que es el demonio quien, adoptando la forma de Cristo crucificado, con sangre en las llagas y el costado, se acerca a ellas y

“…las posee carnalmente de forma abominable, y después de consumar los actos libidinosos las deja hambrientas y encendidas en deseos carnales como un fuego de Babilonia.”

Este ardor “como fuego de Babilonia” que hace siglos asombró al pobre Fray Alonso también nos sorprende a nosotros hoy, sobre todo cuando descubrimos que algunas mujeres no soportaron tales éxtasis y encontraron la muerte en estas orgías místico-eróticas. Suponemos que aunque no muriesen en gracia, al menos lo harían sonriendo.

 

 

 

 

 

 

 

Las insaciables cabras tragonas, devoradoras de carne humana

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Algún día hablaremos de los  bandoleros que atacaban sin piedad determinadas serranías extremeñas, y ya hemos habaldo de la Serrana de Monfragüe y de cómo en Torrejón el Rubio, se muestra el abandonado lugar de La Corchuela , un caserío que parece despoblarse a consecuencia de los numerosos asaltos que sufre, ya que no en vano tiene “a sus inmediaciones un puerto, que lleva su mismo nombre, muy trabajoso para la arriería por su mal estado, y muy temible por ser frecuentado de ladrones”.

Pero según afirma el historiador y folclorista Jose María Dominguez Moreno, para los habitantes de la zona  no son los continuos atracos los que consiguen la huida de sus habitantes, sino las frecuentes desapariciones de niñas, que casi siempre son halladas muertas y desorejadas.  Estos terribles crímenes se achacan a un ser terrorífico con forma de descomunal macho cabrío que echa llamas por los ojos y que por las noches asoma a los riscales para cantar con tenebrosa voz:

Yo soy la cabra cabracha

yo soy la cabra cabreja,

que voy buscando muchachas

pa comerle las orejas .

La cabra cabracha y la cabra cabreja se comen a las niñas por las orejas (foto Jimber)

Esta temible cabra tiene sin duda alguna la forma de otros seres de los que ya hemos hablado: El Macho lanú, y las cabras demoníacas, aunque sus palabras lo aproximen a otro ser extremeño menos legendario y más folclórico: La cabra Montesina.

Esta cabra Montesina pertenece ya de lleno al mundo de los cuentos, y según afirman algunos autores como Manuel Martín Sanchez, en Extremadura es una especie de ogresa  cuyo canto es :

Yo soy la cabra Montesina

Del monte Montepiná

Er que pase de esa raya

Me lo trago de un tragá

¡Bieeeeaaa!

Según otras versiones, la voraz cabra   vive oculta en “el doblao” y desde allí va devorando a todo el que osa acercarse, aunque le queda la decencia de avisar antes:

Soy la cabra Montesina

que vivo en Montepelao

y al que pase de mi raya

 me lo como de un bocao.

Buen estómago tenían que tener las cabras des estas tierras, porque se zampan a toda la familia, a un pastor y hasta a una pareja de la Guardia Civil antes de que pueda vencerla una hormiga a base de cosquillas.

La cornicabra antropófaga (Jimber)

A otra del mismo rebaño antropófago debía pertenecer la Cornicabra, cuya historia recoge el folclorista  Juan Rodríguez Pastor. Se trata de otra cabra que se cuela en una casa y que, como sus hermanas, avisa antes en verso de sus malvadas intenciones:

Soy la cabra cornicabra,

corremonte, correvalle,

papaniños, papafrailes;

si tú vienes pacá,

también te voy a papá.

A esta no se la carga una hormiga, sino que la señora de la casa y su hija, por recomendación de una vecina, llaman a un tal Penenino (bonito nombre) que gasta una porra descomunal (sin comentarios) con la que se carga a la cabra asesina golpeándola en la cabeza. Y por si los símiles fálicos no estuvieran bastante claros, destacan que con la cabra hicieron chorizos.

Normal que con este final todos vivieran felices.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santa Eulalia, entre Diosas Antiguas y Damas Blancas

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Fue el gran  escritor e investigador Jesús Callejo quien , en una visita a Mérida, me llamó la atención sobre la conexión entre Santa Eulalia y la diosa Cibeles. “Busca las aves” – me dijo misteriosamente… Y allí estaban!

Cibeles es la reina de las aves y Santa Eulalia, como heredera suya, no podía ser menos. En el atrio de Santa Eulalia de Bóveda, en Lugo,  podemos ver dos aves zancudas similares a un avestruz que hacen referencia Cibeles-Rhea, que era representada por un avestruz, el ave conocida de mayor tamaño en la antigüedad. De hecho, estas especies de aves reciben en la actualidad el nombre científico de “rhea”. Y si Cibeles-Rhea es la reina de las aves, los cantos proféticos de las aves nos dan vaticinios en sus santuarios.

En la bóveda de la cripta se encuentra un conjunto mural que representa a las sibilas en forma de aves, entre motivos vegetales estilizados que representan el  pino, árbol sagrado de Attis, semidios del que ya hablamos en otra ocasión .

Eulalia, más que nombre, es un apodo: “La que bien habla”, característica determinante de las Sibilas.Dice la tradición que al morir la santa, salió de su boca una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo. La Santa, que por esa razón es patrona de las aves, ofrecía sus consejos a los demás; lo que enlaza con la imagen pagana de las sibilas.

Santa Eulalia, mártir y diosa (Jimber)

Así, y según afirma el arquitecto Carlos Sanchez Montaña el cristianismo adoptó entre sus creencias a los personajes de las sibilas, presentes en la Biblia, y Santa Eulalia permitió con su leyenda una fácil cristianización de los lugares donde se les rendía culto.

Santa Eulalia también es patrona de Barcelona, y se la venera en la Catedral de la ciudad, donde las aves no aparecen dibujadas ni esculpidas, sino que están vías y coleando, y las ocas, faisanes, codornices y palomas son cuidadas por los sacerdotes y cantan aun hoy sus augurios cada día.

Y para el que quiera verlo más de cerca, solo tiene que acercarse a la puerta menor de Santa Eulalia de Mérida y fijarse en el ornato del dintel: ¡Pájaros esculpidos en la piedra!

Las aves de Santa Eulalia de Mérida (Angel Briz)

Otro detalle: los taurobolium, los sangrientos rituales de toros sacrificados dedicados a  Cibeles que se celebraban en Santa Eulalia de de Bóveda y que el arqueólogo Francisco Javier Heras Moras ha descubierto al lado del templo de Santa Eulalia de Mérida, en el conocido como “Corralón de los Blanes”, decorado, como no, con aves…

“… Un manantial de sangre caliente y humeante desemboca en la estructura inferior a través de infinidad de aberturas por el suelo, como una lluvia de sangre que el sacerdote recibe, dirigiendo su indigno rostro hacia arriba, ensuciando su ropa y todo su cuerpo. Pone sus mejillas en el camino de la sangre, las orejas y los labios, y sus fosas nasales, se lava sus ojos con el líquido,[…] hasta que realmente bebe la sangre que se derrama…

Así describía Prudencio en el siglo IV d.C el  Taurobolium, un sacrificio realizado por los galli, los sacerdotes que atendían los templos de Cibeles. Muchos de ellos eran eunucos, y en algunos casos practicaban la autocastración en una representación real del mito de Cibeles y su amante Atis.

Pero lleguemos a la leyenda cristiana y recordemos que siendo Eulalia una niña de casi trece años, se presentó ingenuamente a las autoridades de Mérida para declararse como cristiana, después de haberse escapado de noche de la casa de campo donde su familia la tenía alejada del peligro de la persecución. Tuvo un comportamiento provocador durante el proceso ante el tribunal y fue martirizada trece veces con hierros y fuego, en el que no faltó el plomo derretido y el aceite hirviendo.

Y es que, según afirma el investigador Juan García Atienza, Santa Eulalia es uno de esos santos que se convirtieron a lo largo de la historia en símbolos casi abstractos de un camino de iniciación. A santa Eulalia le aplicaron prueba tras prueba como se le aplica al neófito en la iniciación,  y de todas salió victoriosa, sin gritos ni quejas, es decir, que supero las pruebas a las que fue sometida incluso muchas de ellas de tipo faquírico, como las llamas que la envolvían y que la santa absorbió saliendo a continuación de su boca una paloma simbolizando su alma,  que voló al cielo. Y hasta se da el caso  de que el cielo envía una señal certificando su santidad, como la célebre nevada que cubrió su cuerpo y apagó, después de su muerte, el efecto de las llamas que la habían quemado.

Otra tradición, más popular y oral, afirma que al ser desnudada una extraña niebla cubrió la ciudad para que nadie pudiera verla. Esta repentina niebla, que suele repetirse todos los años cerca del aniversario de su muerte (el 10 de diciembre) recibe el nombre, aún hoy, de “Nieblas de la Mártir”.

Algunos estudiosos como el profesor Eloy Martos han considerado a Santa Eulalia como un prototipo de Dama Blanca, pues con su culto se particularizó y reavivó este arquetipo que nunca había dejado de rondar por la zona.

Así, el martirio del horno al que fue sometido la joven cristiana se asimilaría al papel de la diosa lusitana Ataecina, cuyo nombre sería de la misma raíz gaélica “odyn”, “horno”, de modo que el horno encendido, el fuego, el aceite hirviendo, el plomo derretido o la cal viva serían símbolos telúricos y ctónicos.

Afirman que probablemente algo tuvo que ver con el culto eulaliense la influencia que en la cuenca media e inferior del Guadiana tuvo la diosa lusitana Ategina (o Ataecina) y su equivalente romano, Proserpina, representada también con un ramo, en asociación igualmente con lo nocturno y lo funerario, resultando, pues, significativo que Santa Eulalia aparezca como un numen asociado a los agrario y a lo funerario.

La diosa Proserpina, por su parte, tiene un lago dedicado a escasos kilómetros de Mérida, un lago en el que se han encontrado maldiciones romanas grabadas en piedra y del que se pensaba que constituía una entrada al otro mundo.

Un mundo legendario en el que el pasado y el presente se hayan entrelazados por los hilos de la mitología.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los fuegos mágicos de navidad: tueros, gamonas y jogarás

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Ilustración: Borja González Hoyos

El fuego ha marcado siempre la relación del nombre con la magia. El solsticio de verano y el solsticio de invierno son los dos puntos críticos en el camino aparente del sol por el cielo, y desde el punto de vista del hombre primitivo, nada podía ser más apropiado que encender fuegos en la tierra en estos momentos, cuando el fuego y el calor de la gran luminaria empieza en los ciclos a menguar o crecer.

En la Extremadura moderna, el antiguo festival ígneo del solsticio de invierno ha sobrevivido en las vieja costumbres del tuero, las gamonas o las jogarás.

El tío Francisco Dominguez, “El de la Gaita” recordaba ante el etnólogo Félix Barroso como en la alquería hurdana de La Fragosa hacía una gran hoguera en la nochebuena: La jogará. La hoguera era para calentar a los antepasados. Se iba por la tarde a la sierra y se traían matas y cepas de brezo y plantas olorosas. Por cada difunto que hubiera en el último año entre los parientes había que traer un haz.  La hoguera era muy grande, que las llamas subían hasta el cielo, y allí, alrededor de la lumbre, se hacía la rueda y se comía y se bebía, y se cantaba y se bailaba alrededor de la hoguera.

No es difícil ver en este baile circular alrededor del fuego la danza ancestral que reproduce las maravillas cíclicas y cósmicas, especialmente en el solsticio de invierno, cuando el sol necesita impulso para volver a crecer, cuando por fin se espantan las sombras, cuando comienza el fin de la estación oscura céltica, cuando la luz del Sol Invictus comienza a ganar su partida a las sombras del invierno.

Tío Goyo Iglesias Pizarro, tamborilero del pueblo de Cambroncino, relataba a Barroso  cómo ellos tenían claro que “la jogará” es la que le da vida al sol, que en el invierno no tiene fuerza,

“y pol esu moh  agarrábamuh de lah mánuh y jaíamuh cumu un corondel alreol de la lumbre, cumu si juesi un sol y le jarreábaumuh güénuh vardahcázuh al monti”.

A las hogueras, entre baile y baile, las atizaban para que saltasen chispas y humo. Mas tarde, con la cristianización, la creencia de de que el calor desprendido servía para calentar a los antepasados convive en un claro sincretismo con la que afirma que era para calentar “al niño Dios”.

Los bailes en torno a las hogueras, antiguos rituales (Angel Briz)

Para Barroso, hasta es posible que la “jogará” “acotara un espacio que pasaba a ser sacralizado, con el fin de conjurarlo y quedarlo libre, en el venidero año, de alimañas, brujas y otros seres maléficos”.

Y que estas hogueras de Navidad, a las que se les atribuyen propiedades mágicas, purificadoras, curativas y fertilizadoras también están muy extendidas por tierras extremeñas.

Son muchas las localidades extremeñas que celebran el ciclo navideño encendiendo hogueras, y en torno a ellas se cantan villancicos y canciones navideñas, se come y se bebe. La lista de localidades en las que se encienden candelas, hogueras, “jogarás” (en las Hurdes) o luminarias se haría amplísima. Algunas de ellas son: Tamurejo, Aldeacentenera, Sierra de Fuentes,  Herrera de Alcántara, Cedillo, Albalá, Herrera del Duque, Villanueva del Fresno, Cheles, Alconchel, Peloche, Fuenlabrada de los Montes, Helechosa, Valdecaballeros…

Las gamonas o antorchas iluminan las noches mágicas (Angel Briz)

Los vecinos de   Villanueva del Fresno, días antes de Navidad recogen varas secas, las conocidas “gamonas”, que la noche del 24 prenderán en sus calles y en una gran hoguera central que se mantendrá encendida toda la noche de Nochebuena y el día de Navidad.

En Azuaga se llaman “gamones”, y siguiendo una larga tradición, en la noche del 24 de diciembre las hogueras iluminan multitud de calles a cuyo regocijo se reúne la vecindad. Al son de panderetas, zambombas, cánticos y villancicos, los más jóvenes encienden sus “hachas de gamones”, antorchas cuya lumbre y olor ofrecen más calor a la noche.

El tuero, arrancado por "los quintos", arde en la nochebuena (Angel Briz)

La encina, nuestro árbol sagrado, tenía que tener protagonismo en estos rituales solsticiales. En Albalá son “los quintos” los que “arrancan las encinas”en otoño, cuando desaparece la bellota, seleccionando las más antiguas, que se llevaran al llano de las escuelas, donde esperarán para a ser prendidas por el fuego purificador el día 24 de diciembre.

Al atardecer, congregado todo el pueblo en el lugar, se procede a la encendida de la Hoguera por los quintos con gran alborozo. Ha empezado la Nochebuena. La hoguera permanecerá prendida hasta que quede consumida por el fuego el último tizón de la más gorda de las encinas.

Lo mismo ocurre en Aldea del Cano, donde se festeja “El tuero”, una encina grande y seca que los quintos de cada año eligen por su belleza y la trasladan al pueblo para ser quemada en la noche del 24 de diciembre, en la “Nochebuena”.

En otros lugares de la cristiandad moderna, el antiguo festival ígnico del solsticio de invierno ha sobrevivido en los hogares extremeños de puertas para dentro en la vieja costumbre del leño de navidad.

Antiguamente en muchos municipios cacereños se encendía el día 24 de diciembre el llamado “leño de Navidad” en el que se cocinaba la cena de esa noche. Según señalan Heliodoro Alvarez y Antonio Paniagua, tras la “Misa del gallo” era apagado y ese leño se guardaba pues conservaba las propiedades de protección y sanación. Así, por ejemplo, los tizones procedentes del leño se arrojaban a los sembrados para que dieran una buena cosecha.

La costumbre, dese luego, no es exclusiva de Extremadura, y estaba extendida por Europa, donde como recoge el antropólogo Sir James Frazer se creía que el tizón  que se pone el fuego la víspera de Navidad y continúa poniéndose en el fuego un rato cada día hasta la noche duodécima, puede, si se guarda bajo la cama, proteger la casa del incendio y del rayo durante un año entero. El mismo tizón evita a los habitantes de la casa tener sabañones en los talones durante el invierno, cura al ganado de muchas enfermedades y, por si fuera poco, si se deja un trozo de ese leño en el bebedero de las vacas, las ayudará a tener terneras. Y hasta las cenizas del leño son mágicas, ya que si son desparramadas por los sembrados, salvarán al trigo del añublo.

En Inglaterra, además, el lugar donde se guardaba estaba protegido del demonio, lo que no era moco de pavo en aquellos tiempos en los que el diablo acechaba en cada esquina.

Con todas estas cualidades, no sé cómo estamos perdiendo las sanas costumbres de empuñar hachas ardientes por las calles, bailar en círculo a la luz de las hogueras y cocinar en fuego sagrado.

Luego nos quejamos de que nos va como nos va.

 

 

 

 

 

 

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